Las sacerdotisas de los oráculos. Las sibilas.

Las sacerdotisas de los oráculos: las sibilas, profetisas del clasicismo consagrado.

La sibila Eritrea de Miguel Ángel, con el libro sibilino, en la bóveda de la Capilla Sixtina en Roma.
Una de las más famosas de todas las sibilas, quizá fue la de Eritras, ubicada en el antiguo reino de Lidia, en la Península de Anatolia (Asia Menor, actual Turquía). 
La sibila nació en el monte Córico. Sus dones se iniciaron desde la infancia. Viendo sus progenitores sus habilidades para predecir el futuro, la consagraron en el templo de Apolo, lugar sagrado donde exclamaba sus profecías en versos.


Las sibilas pertenecieron a la tradición clásica greco-latina. El hermoso término que las denomina, de origen griego, se aplicó a todas las sacerdotisas que vaticinaban en los oráculos, particularmente en el oráculo de Apolo. El dios Apolo concedió a estas mujeres el don de la profecía, siendo  en la Antigüedad clásica las protagonistas de los mitos.
"El mito de la sibila nació en Asia Menor y de allí pasó a Grecia y después a Roma. La palabra “sibila” procede, vía latín, de la palabra en griego antiguo σιβνλλα. Varrón hace derivar la primera parte del nombre del eolio σιός (θεός) y la segunda del eolio βύλη (βουλή), significando pues "consejo del dios". Las primeras videntes oraculares conocidas como sibilas profetizaban en ciertos sitios sagrados, grutas o cerca de corrientes de agua, probablemente todos ellos santuarios naturales de origen pre-indoeuropeo, bajo la influencia de una deidad, originariamente una de las diosas ctónicas de la tierra. Las profecías se manifestaban siempre en estado de trance. Sus palabras eran recogidas por sacerdotes asistentes, y transmitidas por escrito en hexámetros griegos de notable dificultad de interpretación". Helena Palacios (UCM).
Las sibilas eran medio humanas, pues solían tener un padre mortal, de nombre y profesión simbólicas, y, una bella madre del rango de las divinidades menores, que acompañan a los dioses de carácter solar y masculino.

Estas misteriosas mujeres de la Antigüedad clásica, reaparecieron en la literatura y la iconografía medievales. Simbolizando, según Juan Eduardo Cirlot "la intuición de las verdades superiores", puesto que mediante el poder expreso de las profecías, comunicaban las voluntades divinas.

La Glória. Impresionante óleo sobre lienzo del mediados del S.XVI, obra del gran pintor de la escuela veneciana Tiziano, con la supuesta sibila Eritrea de espaldas, que según los mitos, vivió nueve vidas, alcanzando, en cada una de ellas, una longevidad de ciento diez años. 
Quizá Tiziano simbolizó en una mujer, a todas las consagradas: la sibila, María Magdalena, e incluso, el simbolismo medieval de representar a la figura femenina, como la alegoría de la Iglesia católica. La pagana y la pecadora redimida, en el símbolo de salvación de todas ellas.
El clasicismo será referencia de los grandes artistas al servicio de emperadores, reyes, papas y prelados del arte cristiano. 
Los mitos occidentales, con un origen en Próximo Oriente, trascendieron a los siglos, en todos los ámbitos culturales, con un simbolismo renovado y adaptado a las nuevas necesidades de los pensadores cristianos. 
Imagen: Museo del Prado (Madrid) 




La sibila Herófila nació en Marpeso, un poblado de la antigua Tróade (Península de Anatolia, actual Turquía) donde fue venerada su tumba en la Antigüedad, siendo hija de una ninfa y del pastor del monte Ida, Teodoro. Su existencia mitológica transcurrió antes del episodio de la Guerra de Troya, adquiriendo el prestigio como sibila, al vaticinar que la famosa ciudad sería arrasada por causa de una espartana.
Para proferir sus profecías la sibila se alzaba en una losa acarreada por ella misma.
Los clásicos narraron que la sibila fue una gran viajera. Los viajeros acudían a su tumba que creyeron se encontraba en el gran bosque de Apolo.




Pintura Apollo and the Muses de John Singer Sargent. El artista estadounidense representó en 1921 el dios de la luz y la música, rodeado de sus nueve musas.

Foto: Rotonda mural de Museum of Fine Arts, Boston. 



Las mujeres de la Antigüedad pagana con el don de la profecía, fueron retomadas por las jerarquías masculinas, los Padres de la Iglesia, quiénes pretendieron en sus vaticinios, ver encubiertos, los anuncios de la llegada del Mesías, es decir, el nacimiento del dios de los cristianos, Cristo, también conferido de simbolismo aúreo y luz.



El 24 de diciembre de 2012, el monasterio románico de Ripoll recuperó el canto de la Sibila, una representación sacra, elaborada a partir de los versos sibilinos recopilados de San Agustín. Esta representación litúrgica cantada en latín, fue popular durante la Edad Media; siendo su tradición más antigua documentada en Catalunya, en un manuscrito del siglo X. Esta tradición religiosa desapareció a partir de la celebración del Concilio de Trento, que resolvió la prohibición de los actos populares, en detrimento de las escenificaciones sacras teatrales, aunque la tradición perduró en la isla de Mallorca.



La iconografía del arte cristiano mostró a diez o doce mujeres sibilas, todas ellas, ataviadas con gran riqueza.

Según Varrón fueron diez: la Pérsica, la Lídica, la Délfica, la Cimeria, la de Eritras, la de Samos, la de Cumas, la del Helesponto, la de Frigia y la de Tibur.



"Las sibilas, figuras femeninas, fueron el contrapunto a los Profetas, como voces paganas que, ya en el mundo clásico, anunciaban la llegada del salvador cristiano. Por ello la sibila no tardó en ser incluida como personaje en las ceremonias cristianas, sobre todo en atávicas festividades del solsticio de invierno que la Iglesia asimiló en un sincretismo de probada eficacia. La sibila trascendió así la pura representación iconográfica en las artes plásticas, para adentrarse en otros mundos como el literario, el musical, la escenografía litúrgica… Como motivo, fue fuente inagotable para una visión cruzada de todos los campos del saber que hemos dado en llamar Historia de la Cultura". Helena Palacios (UCM).
Guardapolvos de retablo atribuido a Pere Serafí. Pintura al temple y óleo sobre tabla, con las imágenes conjuntas de los profetas y las sibilas. Realizado a mediados del S.XVI.
Imagen: Museu Episcopal de Vic (Vic, Barcelona).
"Estas tablas, probablemente elementos decorativos complementarios de un retablo no identificado o perdido, muestran una al rey David y a las sibilas Cumea y Helespóntida, y la otra al profeta Jeremías y a las sibilas Frigia y Eritrea. Los seis personajes llevan filacterias con textos alusivos a la Pasión de Cristo. Desde finales de la Edad Media, la cultura humanística imperante en Europa occidental favoreció la recuperación de temas de la antigüedad clásica. Así las Sibilas, antiguas profetisas del mundo grecorromano, quedaron asociadas a los Profetas del Antiguo Testamento como personajes que también predijeron, misteriosamente y entre los paganos, la venida y la obra salvadora de Cristo". Museo Episcopal de Vic.
Sibila délfica de Crispijn van de Passe. Grabado del año 1615.
La más conocida e importante entre las sibilas de tradición romana, equiparable a la sibila griega del oráculo de Delfos. Los antiguos latinos creyeron era la hija del dios marino Glauco, y la guía de los infiernos.
Según una leyenda clásica, Apolo le prometió un deseo y ella solicitó vivir tantos años como granos de arena pudieran caber en una mano. Sin embargo, la sibila de Cumas, cometió el grave error de olvidar solicitar que a su petición de eternidad le acompañara también la juventud. Apolo concedió su petición, a cambio de su virginidad, pero la chica no aceptó, quedando condenada a un envejecimiento crónico, que terminó por consumirla, hasta hacerla desaparecer. Al final de su terrible vida, la sibila de Cumas estaba tan encogida por su envejecimiento que fue encerrada en una botella. Los niños preguntaban ¿sibila cuál es tu deseo ahora? y ella respondía: quiero morir.
Imagen: Rijksmuseum.

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