Vidas femeninas comunes en la Edad Media (del siglo XIII al XV).

Vidas femeninas comunes en la Edad Media (del siglo XIII al XV). 

Herman, Paul y Jean de Limbourg, mes de febrero, de Les Très Riches Heures du Duc de Berry (1413-1416) tinta sobre vitela. Imagen: Musée Condé, Chantilly (Francia).

Una escena común durante el crudo invierno de la Baja Edad Media europea: una dama calienta cómoda sus pies, mientras los campesinos realizan duras tareas en un ambiente helado.
La vida rural estuvo completamente regida por el ritmo de las estaciones agrícolas, dependiendo del clima, con la obtención de los productos cultivados del tiempo, y también, las actividades ganaderas.


Para el estudio de la vida cotidiana de las mujeres comunes entre los siglos XIII y XV, los historiadores contemplan dos grupos principales, según la ubicación de las casas o habitaciones en su entorno: la vida rural, dirigiendo o realizando las actividades propias de la supervivencia que les permitió el medio, adaptadas por la tecnología del momento, y la urbana, donde se dedicaban básicamente a las tareas domésticas y el cuidado de los hijos.

Los señoríos se ocupaban del autoabastecimiento, con los cultivos de cereales y los productos de los huertos, entre otras actividades, como la ganadera, con una economía del pastoreo, que comportó más movilidad y desplazamientos, frente a una sociedad más agraria y estática. La obtención de los alimentos era el principal objetivo. El sistema feudal estaba basado en la pequeña producción individual, englobada en el núcleo familiar. La familia estaba formada por los cónyuges, los descendientes directos y quizá algunos criados o criadas, todos orientados al servicio de la supervivencia.
"Especialmente dura fue la realidad de las mujeres de "remença", muy numerosas en la época. Estas labradoras no sólo aguantaron las limitaciones propias de sus congéneres y la ausencia de libertad de poder abandonar la masia (casa campesina de Catalunya) sino que su señor feudal tenía, además, el derecho de controlar su virginidad, penalizar sus infidelidades, forzarlas a dar lactancia a los niños del varón, e, incluso, abusar sexualmente de ellas (Vinyoles, 2005, p. 119-121)". Josep Suñé. Museu d'Història de Catalunya.
Algunos productos como las especias, el algodón, lino y la lana, requerían de oficios propios, que iniciaron un gran desarrollo mercantil en aquellos siglos. 

Las mujeres, por consiguiente, tuvieron un predominio principal durante la economía de la vida cotidiana. En el núcleo de la familia campesina destacó el papel femenino. 
Sin embargo, las mujeres, fueron consideradas por los autores masculinos clásicos de su tiempo, como desvergonzadas o maliciosas, aliadas del pecado, amigas del lujo y del desenfreno,  embaucadoras de los hombres. La Iglesia que encumbró a la Madre de Dios como la reina de los Cielos - el ideal caballeresco la convirtió en su amada - predicó el valor del esposo, frente al de la mujer, o en su carencia, el del padre o el hermano. En cambio, a la hora de realizar las tareas del campo, no habían distinciones.

Herman, Paul y Jean de Limbourg, mes de junio, de Les Très Riches Heures du Duc de Berry (1413-1416) tinta sobre vitela. Imagen: Musée Condé, Chantilly (Francia).
"La mujer campesina es casi, por lo que se refiere al trabajo, la equivalente, si no la igual del hombre". Jacques Le Goff. Historiador medievalista francés (1924-2014).
Las leyes las apartaron de la vida pública oficial y de las liturgias, pero los ámbitos domésticos eran gestionados por las mujeres. Ellas, podían ser segadoras, hilanderas, ganaderas, hortelanas, mataderas, madres y cocineras, entre las múltiples tareas de un hogar medieval.

Las mujeres de la vida urbana medieval, permanecieron en sus casas, realizando tareas incesantemente, cuidando a los hijos, mientras administraban las economías domésticas. Conforme avanzaban las clases sociales, algunas mujeres comunes subieron su posición social, delegando aquellas pesadas e ingratas tareas domésticas de la sociedad medieval, en las criadas a su servicio, incluso teniendo una ama de cría para la crianza. 
"Ella es la gran responsable en lo que atañe al pecado original. Y en las formas de la tentación diabólica, ella es, también, la peor encarnación del mal. Vir est caput mulieris («El hombre es la cabeza de la mujer»), había dicho claramente san Pablo (Ef. 5,23), y el cristianismo lo cree y lo enseña después de él. Cuando hay en el cristianismo una promoción de la mujer —y muchos se han complacido en reconocer en el culto de la Virgen, triunfante durante los siglos XII y XIII, un cambio en la espiritualidad cristiana, mediante el cual se subraya la liberación de la mujer pecadora llevada a cabo por María, la nueva Eva." Jacques Le Goff. Historiador medievalista francés (1924-2014).

Verge de la LLet (Virgen de la leche) Iglesia de Santa Maria de Cervera (LLeida, Catalunya) bella obra al temple enriquecida con dorados de oro, realizada por el pintor gótico catalán del siglo XV, Ramon de Mur. La expresión delicada de amor maternal del gótico trasciende de algún modo lo únicamente religioso, para proporcionar un contexto femenino, de admiración y reconocimiento hacia la figura de la mujer como madre.
Imagen: MNAC.


"Si la situación de la mujer bajomedieval desde un punto de vista social y cultural se vio condicionada fuertemente por el machismo y la misoginia, la trayectoria natural de sus vidas estuvo marcada en muchos casos por la muerte prematura, a pesar de que esta circunstancia no es solo exclusiva de esos siglos, sino que es propia de cualquier sociedad preindustrial. Los problemas provocados por el embarazo y el parto explican que, mientras la mayoría de los hombres morían en edades comprendidas entre los treinta y uno y los cuarenta años, muchas de las mujeres lo hacían entre los veintiuno y los treinta años. Ni tan solo algunas reinas o grandes nobles pudieron eludir esos riesgos y acabaron falleciendo por esos motivos". Josep Suñé. Museu d'Història de Catalunya.

Ellas en su entorno familiar, sólo conocieron una única realidad, la obligación de ser madres, por encima de todas las ocupaciones femeninas, estaban el dar a luz y lactancia a la progenie u otros. Cuando no pudieron hacerlo, las mujeres sencillas, buscaron la ayuda de mujeres de la familia, incluso de sus congéneres, recurriendo a las amigas o vecinas, siempre que no fue posible, por la situación social y económica, obtener una aya; un servicio disponible sólo para las clases más privilegiadas.

La crianza se alimentaba exclusivamente de leche materna hasta los dos años; después durante otro año más, combinaban los alimentos (papillas con carne picada) con la lactancia, hasta que les ofrecían la misma alimentación de los adultos.

La educación era responsabilidad de las madres; excepto las infelices esclavas, a las que separaron de sus hijos, para ser vendidos. Otros casos de madres desgraciadas que perdieron su progenie, fueron las viudas sin marido ni tutores; los hijos ilegítimos y las mujeres sin medios ni recursos, que debían entregar sus hijos como siervos para trabajos duros. Los historiadores creen que no sería fácil superar la infancia, entre partos y crecimiento, la mortalidad infantil llegaría a ser elevada.

Entre las mujeres marginales, las conocidas como "hembras pecadoras" fueron las prostitutas, las mujeres violadas y las enfermas de baja condición. Ellas recibieron apelativos, para diferenciarlas de las "buenas mujeres", siendo marcadas físicamente u obligadas a vestir diferente, con la prohibición de algunas prendas y adornos. En las sociedades preindustriales, el vestido y el color, constituyeron un lenguaje para el resto de la sociedad. 
"En relación con las mujeres marginales de aquel periodo, debemos mencionar a las prostitutas y a las esclavas. Las primeras acababan trabajando en el burdel empujadas, en la mayoría de los casos, por necesidades económicas, mientras que las segundas solían realizar labores domésticas en los hogares burgueses. Dentro de este grupo también podemos incluir a todas aquellas personas, en su gran mayoría de sexo femenino, que utilizaban rituales y ciertas prácticas mágicas para resolver problemas de salud, amorosos y vinculados con lo oculto, y que fueron relacionadas con la brujería a partir del siglo XV. Nos referimos a las comadronas, las curanderas y las médicas, las hechiceras y las fascinadoras, y las sortílegas y las adivinadoras." Josep Suñé. Museu d'Història de Catalunya.

Nacimiento de San Juan Bautista. Maestro de Villalcázar de Sirga. Oleo sobre tabla de finales del siglo XV.
Imagen: Alma Mater Museum (Zaragoza).

El hecho de poder dar a luz para perpetuar la continuidad de las sagas familiares, fue sin duda, el más valorado en la sociedad bajomedieval. Para todas las mujeres, independientemente de su clase social, constituyó un hecho traumático, causa de mortalidad, a la que se verían irremediablemente predestinadas, a no ser alcanzaran el monacato femenino. Las mujeres que no podían dar hijos, podían ser fácilmente repudiadas.

La educación en la Europa cristiana medieval se basaba en los preceptos de la Iglesia.
"Las mujeres que podían educar a sus hijos les enseñaban, evidentemente, a caminar y hablar, a no ensuciarse encima y comer con corrección para poder sentarse en la mesa con los adultos. Pero sobre todo, les habían de dar una educación moral, como podía ser enseñarles a rezar, santiguarse, hablar con corrección y no decir palabrotas." Carme Batlle (1931) Historiadora medievalista (Universitat de Barcelona).
Otras tareas domésticas, de menor importancia para la sociedad medieval, que la maternidad y la educación de valores de los hijos, fueron la responsabilidad de la limpieza de la casa y la elaboración y cuidados de las prendas. La ropa doméstica y las vestiduras eran exclusivamente confeccionadas por las mujeres de la casa, desde mujeres comunes, hasta la nobleza, ellas tejieron sin descanso. 

La rueca representó el símbolo de la feminidad medieval, emblema del órgano sexual femenino, de la virginidad y la fidelidad.




La limpieza de la ropa se realizaba en unos grandes recipientes de madera o de metal, que podían estar sujetos a los muros de las casas. Primero se enjabonaba con jabón casero de grasas vegetales y animales, se calentaba con aclaradores fuertes para ser desinfectada, a base de cenizas y agua. Sino se disponía de lavaderos domésticos de ropa, podían acudir a los públicos, aunque no todas las ciudades dispusieron de ellos durante la Baja Edad Media. La colada supuso un gran esfuerzo y dificultad, y no se realizaba con la misma frecuencia que en la actualidad, sino cada 15 días o mensualmente. La ropa complicada de cuidar, no era lavada, tan sólo sacudida, para ser conservada en los arcones de las casas, puesto que en la Edad Media, no se usaron los armarios, ni los colgadores.

Otra de las tareas reservada para las mujeres medievales, era la compra de los alimentos y la cocina. Ellas compraban en los mercados, cocinaban, servían y lavaban sus enseres, recogiendo para los trabajos domésticos el agua necesaria, de pozos que se encontraban en la entrada de las casas o en los huertos. Por lo tanto, la obtención del agua, era un trabajo probablemente femenino.

Por si no fuera suficiente, las mujeres debían colaborar con los oficios de sus respectivos maridos, padres y tutores.

Representación de una matrona medieval en el proceso de la conservación del vino. The British Library, London.

Tampoco debemos obtener una idea tan abusiva de la mujer durante los siglos XIII al XV, puesto que ellas también fueron pequeñas o grandes propietarias, con derecho a comprar, vender, heredar, y donar. También podían realizar algunos alquileres, incluso de aprendices para desarrollar los oficios.
"Las mujeres de la burguesía participaban con relativa frecuencia en los negocios familiares, ya fuera ayudando al marido o haciéndose cargo directamente de las gestiones comerciales después de haber enviudado y mientras los hijos no alcanzaran la mayoría de edad, gracias a su elevado nivel de alfabetización." Josep Suñé. Museu d'Història de Catalunya.
A pesar de ser un pueblo de la Antigüedad, el siglo XIV vivió el florecimiento y expansión de los judíos. Las mujeres de las minorías, como las judías medievales, se diferenciaron poco de las cristianas, también educaron a sus hijos para la transmisión de su cultura judía.

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