La caza de brujas. Una psicosis colectiva en Occidente durante los siglos XIV-XV.

La caza de brujas. Una psicosis colectiva  en Occidente.

«El fanatismo es a la superstición lo que el delirio a la fiebre y lo que la rabia a la cólera.» Voltaire.
 



Frontispicio (ilustración para decorar la hoja que antecede a la página del título) y Prima pars del Malleus maleficarum.
Imagen: BEIC (Biblioteca Europea de Informazione e Cultura).
En 1484, en las regiones germánicas (Maguncia, Colonia, Tréveris, Salzburgo, Brema) se nombró como cargos del Santo Oficio de la Inquisición a: Heinrich Kramer y Jakob Sprenger. Inquisidores que pretendieron estudiar el fenómeno de la brujería en sus regiones, llegando a solicitar ayuda a Inocencio VIII, ante la oposición de las autoridades locales. El 05 de diciembre de 1484 el pontífice llegó a promulgar la Bula Summis desiderantes affectibus, donde se describieron los efectos de las brujerías, denunciando como ambos sexos se entregaban a los demonios, íncubos y súcubos, y, mediante sus hechizos, mataban los niños en el útero materno, a las crías de los ganados y arruinaban las cosechas.

"El Malleus maleficarum ejerce una gran influencia en la mentalidad mágica de los siglos XVI y XVII. Hasta 1520 aparecen trece ediciones del libro y en el periodo de 1574 a 1669, dieciséis publicaciones más". María Jesús Zamora Calvo (Universidad Autónoma de Madrid).

Las prácticas mágicas son tan antiguas como las culturas del mundo, siendo realizadas desde el Paleolítico. Los conjuros o invocación de los espíritus, conformaron las primeras creencias del ser humano. Las religiones chamánicas se basaron en elementos mágicos, tales como adivinaciones, bajo los efectos de sustancias naturales alucinógenas, para invocar y dominar los elementos de la naturaleza. Las primeras nociones de divinidades, se construyeron desde el totemismo, no sólo para asociar los atributos al clan, sino también para comunicarse con los espíritus, o adoptar los poderes de seres animales y honrar objetos inanimados. 

Las primeras civilizaciones creyeron en los hechizos y practicaron rituales para producir beneficios para sus seres queridos, y también, los maleficios, con el fin de perjudicar a las personas odiadas o enemigas.

Con la aparición de las religiones monoteístas, la creencia en un dios único, considerado un ser justo y universal, se potenció el desarrollo de un pensamiento filosófico, encaminado a definir el Bien, para establecer la condena de su opuesto, el Mal.

En Occidente la religión que persiguió con dureza las prácticas de hechicería, tiene como contexto el cristianismo, puesto que las minorías religiosas y étnicas, entre ellos, los judíos y musulmanes, también fueron acusados de brujos y brujas, por los intereses de las élites del poder, de causar daños intencionados a las poblaciones medievales. En particular, las iniciativas de persecuciones y castigos, que comportaron en casos extremos, la tortura y muerte, surgieron de las jerarquías eclesiásticas; sin embargo, terminaron conduciendo a la población al paroxismo.

La caza de brujas se inició en Occidente en la Edad Media y alcanzó una gran repercusión en la Edad Moderna, a partir de los siglos XVI y XVII.

Los brujos y brujas (no sólo se habló de mujeres) aparecen nombrados en los manuscritos como malefici o maleficae, términos derivados del latín, de la palabra maleficia (maleficios) dando a entender el aspecto maléfico, con fines nocivos, de las actividades mágicas, que reciben la condena.

La obsesión por el demonio, agravó la situación, pues supuso la representación física del miedo, con la personificación del propio Mal.

Los sortilegios encaminados a provocar los maleficios, fueron causa de temores entre las poblaciones de Occidente, que realmente creyeron en aquellas artes malévolas, que se practicaban para causarles todo tipo de daños, según los temores más íntimos, desde la impotencia, la infertilidad, los abortos y la enfermedad, o desde el pavor generalizado, a las catástrofes naturales y las malas cosechas.


Las brujas fueron imaginadas como mujeres promiscuas que vivían en el pecado original, aliadas del demonio, portadoras de sus símbolos, quien les confería los poderes maléficos, para torturar con sadismo a las personas. Aunque muchas perdieron sus vidas, víctimas de la misoginia y la crueldad.

En la Alta Edad Media, quizá se construyó el nefasto futuro de las mujeres diferentes, es posible que algunas "brujas" se iniciaran con las sucesoras de los cátaros, y con las viudas, en creciente aumento. Las matronas también aparecen como futuras candidatas.

En Historia, las minorías siempre serán culpadas de las desgracias sociales, empujadas por los intereses políticos y económicos de las élites, que arrastraron a las poblaciones, incitando el odio y con él,  deseo de venganza, hacia las personas más desvalidas. Siempre fue más fácil acusar a otros y otras, de las malas gestiones de los estados. Los más débiles e indefensos aparecen como las víctimas más probables, entre ellas, las mujeres, que siguieron siendo un grupo social desfavorecido.


Reproducción de un grabado en madera, con la representación de dos brujas preparando un hechizo para provocar una tormenta. Las personas creyeron que las brujas tenían capacidad para cambiar la meteorología.

"Lo desconocido y lo relacionado con el Más Allá siempre ha producido temor en el ser humano y, a su vez, ha sido aprovechado a conveniencia e interés de poderes establecidos, desde la Antigüedad hasta hoy día. Unido a palabras como diabólico, castigo divino, plaga o enfermedad, ha posibilitado la necesidad de correctivo o condena de aquellos que a cualquiera de estos términos esté vinculado y si no lo estaba, se provocaba la vinculación ampliando con más términos el contexto de lo temido: enfermedades y plagas, brujos y brujas, herejes y paganos, libros, imágenes u oficios.
Durante el Concilio de Toledo de 1324 se califica a la mujer de liviana, deshonesta o corrompida y en 1326, el papa Juan XXII concedió la categoría de herejía formal a la brujería con la bula Super Illius Specula, asimilando maleficio a brujería diabólica y a herejía. Con ello, las mayores perdedoras fueron durante la Edad Media las mujeres matronas, por sus conocimientos en medicina o botánica fueron condenadas, encerradas en psiquiátricos, consideradas enfermas o poseídas por Satanás". Verónica Marsà González (Universidad Jaume I, Castellón).
Las etapas de grandes crisis, durante el paso de la Edad Media a Moderna, supusieron un recrudecimiento de la caza de brujas.

Los iniciadores de la caza de brujas en el Occidente medieval, fueron dos: el pontificado de Juan XXII y la Peste Negra (1347-1350).
"La Peste Negra sumió a Occidente en un estado de pánico colectivo, propenso a estallar en brotes de psicosis, entre otras la de la conjura de los demonios y los enemigos de la Cristiandad". Franco Cardini.

Papa Ioannes Vicesimus Secundus (Juan XXII, 1249?-1334). El Papa francés vivió obsesionado por ser víctima de un conjuro, hasta emprender una caza de brujas, otorgando más poder a los inquisidores. Entró en conflicto abierto con otras jerarquías eclesiásticas, en particular contra los franciscanos. Algunos historiadores opinan que pese a la leyenda, que le consideró a él mismo un hereje, estaba más interesado en servir los intereses imperialistas de los reyes de Francia.
Imagen: Wikimedia Commons.

"El papa (Juan XXII) amplió el poder de los inquisidores en el terreno específico de la represión antibrujesca y, con la constitución Super illius specula de 1326, se dio comienzo a la excomunión (...) Aunque no llegó a equiparar abiertamente herejía y brujería, dispuso, sin embargo, que los magos fuesen castigados según las leyes habilitadas para los herejes." F. Cardini / J. Hansen.



El sucesor de Juan XXII, Benedicto XII, no estuvo tan obsesionado por perseguir la brujería, sin embargo, Juan XXII abrió un terrible precedente, hacia un método de represión, que su sucesor aplicó con extrema dureza en las zonas que durante los siglos XII y XIII recibieron más influencia de los cátaros. 

Al principio, no se diferenció mucho entre brujería y herejía; posteriormente las acepciones legales entraron en debate; se irá produciendo una sistematización y especialización en las persecuciones.

Fragmento de una tabla del pintor flamenco de retablos, Colijn de Coter (Bruselas, c.a. 1450 - c.a. 1539/1540). El condenado (1500-1510). Imagen: Wallraf Museum. El sapo y las serpientes fueron animales asociados al pecado, como símbolo de la lujuria. Desde el Arte Románico se representó a la lujuria, personificada como una mujer sufriente, desnuda, de largos cabellos, signo de sensualidad (los pecadores y las pecadoras, siempre aparecen desnudos en el arte religioso medieval a Edad Moderna) con un sapo en su pecho, como un hijo del pecado, que a su vez se nutre del mal y tortura a la mujer. 
El diablo se ocupará de repartir las condenas a los pecadores.
 El demonio estuvo relacionado con la brujería, pues los cazadores de brujas, acusaron a sus víctimas de practicar "sortilegium" y "maleficium", invocando al propio diablo, en sus "ritos demonolátricos".



A mediados del siglo XIV, una brutal crisis asoló Europa, provocando un colapso socio-económico; las plagas, guerras, desastres climáticos y malas cosechas, sumieron a Occidente en un estado de shock colectivo, donde el pánico terminó de asolar las pobres mentes, para conducirlas al borde de la locura. Aquella serie de aciagos acontecimientos, desencadenaron el terror y las creencias sobre actos de brujería. Aconteció un fenómeno similar a una psicósis colectiva, que llevó a la obsesión por los demonios y los enemigos de la cristiandad. 


Miniatura del siglo XV con la representación del Sabbat (1460). El séptimo día de la semana hebrea, consagrado a Jahvé, fue convertido, a partir de las leyendas medievales germánicas, en la reunión nocturna, secreta y prohibida, de brujas y brujos, para rendir culto al diablo.
Imagen: Wikimedia Commons. 



El hecho de que muchos judíos ejercieran de médicos, determinó parte de su condena, como "pueblo de brujos", pero también recibieron los sarracenos, y los enfermos, en particular, los desgraciados leprosos.


" A partir de la crisis de mediados del siglo la Cristiandad occidental tenía la sensación de vivir como en una fortaleza asediada. Aunque se había derrotado al gran enemigo herético, el catarismo, he aquí que aparecían nuevos herejes, y entre éstos y la brujería parecía haberse concertado una suerte de alianza o confluencia, especialmente en las zonas periféricas de Europa, en las montañas, bosques y margales." Franco Cardini.



Las jerarquías eclesiásticas prepararon sus herramientas para las persecuciones, entre ellas destaca el manual del inquisidor general de Aragón, Nicolás Eymerich, conocido como Directorium inquisitorum (1376), entre otros famosos y terribles compendios, contra brujos y brujas.

A partir de los misóginos inquisidores, la mujer se va encaminando, como la candidata ideal para construir la imagen de la bruja infernal. 


Curanderas, mendigas, celestinas, prostitutas, enfermas mentales, practicantes de otros cultos no permitidos por los estados. Tan solo mujeres, porque en definitiva, ellas fueron las víctimas, y aquellas personas, aparecieron condenadas en unos manuscritos, para una eternidad...





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