La crisis del S. XIV. La Gran Peste y otras calamidades en el Occidente medieval.
La crisis del S. XIV. La Gran Peste y otras calamidades en el Occidente medieval.
Boccaccio: el testimonio de un humanista italiano en 1348.
"Y digo, pues, que ya habían llegado los años de la fructífera encarnación del Hijo de Dios al número de mil trescientos cuarenta y ocho, cuando en la egregia ciudad de Florencia (...) sobrevino una mortífera peste. La cual, bien por obra de los cuerpos superiores, o por nuestros inicuos actos, fue en virtud de la justa ira de Dios, enviada a los mortales para corregirnos, tras haber comenzado algunos años atrás en las regiones orientales, en las que arrebató innumerable cantidad de vidas y desde donde, sin detenerse en lugar alguno, prosiguió, devastadora, hacia Occidente, extendiéndose de continuo. Y no valían contra ella previsión ni providencia humana alguna, como limpiar la ciudad operarios nombrados al efecto, y darse muchos consejos para conservar la salud, y hacerse, no una, sino muchas veces, humildes rogativas a Dios." Boccaccio
Los únicos medios conocidos a finales de la Edad Media para protegerse de la epidemia, fueron aislar las viviendas y huir de las ciudades.
Rápidamente creció el terror, y con él, las ideas delirantes de personas desesperadas ante la muerte, de la que no conseguían escapar, viendo caer muertos por las calles, desembocando en un callejón sin salida, aumentaron su religiosidad, implorando en masa el perdón divino, ante lo que consideraron, el castigo de Dios. Los temores les llevaron al orbe cristiano, pero también creyeron en las prácticas mágicas y místicas.
El mundo occidental se flagelaba en procesiones expiatorias; los excéntricos flagelantes, místicos y catastrofistas peregrinos, se encaminaban hacia los núcleos urbanos, lanzando interminables sermones infernales, causando problemas y llenando de resentimiento a los más empobrecidos, quiénes empezaron a creer que los causantes de sus males, eran los extranjeros y los que no profesaban la fe cristiana, minorías que incluso llegaron a ser juzgadas y condenadas, por crímenes que nunca cometieron.
En Catalunya, Francia y Alemania se masacraba a los judíos, acusados de envenenar los suministros de agua de la ciudad. En Barcelona, el Call (de las más antiguas ciudades judías medievales de Occidente) fue finalmente destruido, junto a sus cinco sinagogas, en las revueltas de 1391. Los efectos fueron devastadores y a largo plazo en el tiempo. Las envidias de algunos, codicias e intereses y la lucha por el poder de las élites, aprovecharon los vacíos de poder y situaciones desestabilizadoras, para conseguir sus objetivos, eliminando las molestias y competencias diversas.
En Catalunya, no hemos de olvidar otros azotes naturales, como los terremotos, con sus devastadores movimientos sísmicos generalizados en todo el principado.
En Barcelona, que antes de la Peste, contaba con unos 50.000 habitantes, se pasó, diez años después de la epidemia, a menos de 40.000, cuando estaba iniciando una incipiente recuperación creciente, para terminar bajando a la mitad, a causa de una tremenda guerra civil. Por lo tanto, entre 1340 y 1477, Barcelona habría perdido casi un 60% de su población, con una recuperación muy lenta, que llegó a finales del siglo XV, pese a ser un centro importante, de atracción para gente del campo y por la importación de esclavos, a tan solo 28.500 habitantes.
Pasado el primer azote de la epidemia, las poblaciones intentaron una recuperación demográfica. Muchas personas habían conseguido, pese a todo enriquecerse, bien, por recibir nuevas herencias y mayor aportación de alimentos, con la finalización de algunos obstáculos económicos. Como resultado aumentaron los matrimonios, y con ellos, los nacimientos. Pero la sociedad no iba a librarse de los males, la peste rebrotó, y lo hizo de forma tan inesperada como dramática.
Los únicos medios conocidos a finales de la Edad Media para protegerse de la epidemia, fueron aislar las viviendas y huir de las ciudades.
"Andando con flores en las manos unos, con hierbas aromáticas otros y algunos con diversos estilos de especias. Llevábanse a la nariz de vez en cuando estas cosas, creyendo óptimo confortar el cerebro con tales aromas, para combatir el aire, fétido y cargado de los hedores de los cadáveres, de la enfermedad y de los medicamentos. Algunos, con más crueles sentimientos (como si ello fuese más seguro), decían que no había contra el mal medicina mejor que escapar de él; y movidos por esta opinión, no pensando en nada sino en sí mismos, muchos hombres y mujeres abandonaron su ciudad, sus casas, sus lugares, sus parientes y sus cosas, y buscaron el campo ajeno o el propio, cual si la ira de Dios, al castigar la inquinidad de los hombres con aquella peste, no pudiera extenderse a cualquier parte, sino que sólo hubiera de oprimir a los que se hallasen dentro de los muros de la ciudad; o cual si ninguna persona debiera permanecer en ella, so pena de que le llegara la última hora." Boccaccio.Todos los males
Rápidamente creció el terror, y con él, las ideas delirantes de personas desesperadas ante la muerte, de la que no conseguían escapar, viendo caer muertos por las calles, desembocando en un callejón sin salida, aumentaron su religiosidad, implorando en masa el perdón divino, ante lo que consideraron, el castigo de Dios. Los temores les llevaron al orbe cristiano, pero también creyeron en las prácticas mágicas y místicas.
El mundo occidental se flagelaba en procesiones expiatorias; los excéntricos flagelantes, místicos y catastrofistas peregrinos, se encaminaban hacia los núcleos urbanos, lanzando interminables sermones infernales, causando problemas y llenando de resentimiento a los más empobrecidos, quiénes empezaron a creer que los causantes de sus males, eran los extranjeros y los que no profesaban la fe cristiana, minorías que incluso llegaron a ser juzgadas y condenadas, por crímenes que nunca cometieron.
En Catalunya, Francia y Alemania se masacraba a los judíos, acusados de envenenar los suministros de agua de la ciudad. En Barcelona, el Call (de las más antiguas ciudades judías medievales de Occidente) fue finalmente destruido, junto a sus cinco sinagogas, en las revueltas de 1391. Los efectos fueron devastadores y a largo plazo en el tiempo. Las envidias de algunos, codicias e intereses y la lucha por el poder de las élites, aprovecharon los vacíos de poder y situaciones desestabilizadoras, para conseguir sus objetivos, eliminando las molestias y competencias diversas.
En Catalunya, no hemos de olvidar otros azotes naturales, como los terremotos, con sus devastadores movimientos sísmicos generalizados en todo el principado.
En Barcelona, que antes de la Peste, contaba con unos 50.000 habitantes, se pasó, diez años después de la epidemia, a menos de 40.000, cuando estaba iniciando una incipiente recuperación creciente, para terminar bajando a la mitad, a causa de una tremenda guerra civil. Por lo tanto, entre 1340 y 1477, Barcelona habría perdido casi un 60% de su población, con una recuperación muy lenta, que llegó a finales del siglo XV, pese a ser un centro importante, de atracción para gente del campo y por la importación de esclavos, a tan solo 28.500 habitantes.
Pasado el primer azote de la epidemia, las poblaciones intentaron una recuperación demográfica. Muchas personas habían conseguido, pese a todo enriquecerse, bien, por recibir nuevas herencias y mayor aportación de alimentos, con la finalización de algunos obstáculos económicos. Como resultado aumentaron los matrimonios, y con ellos, los nacimientos. Pero la sociedad no iba a librarse de los males, la peste rebrotó, y lo hizo de forma tan inesperada como dramática.
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