Tortuga de piedra en Jarjorin. Realizada durante el Imperio Mongol en el S. XIII, estaba emplazada en la entrada de la capital histórica de la Mongolia de los gengiskánidas (la dinastía de Gengis Kan) en la antigua ciudad de Karakórum.
Gengis Kan, procedente del área geográfica de los tártaros (asimilados con el infierno de los griegos, el Tártaro, según etimologia popular) correspondiente con el Lago Baikal (Sur de Rusia) y sus alrededores, extendió el imperio mongol a principios del S. XIII, con la ayuda de sus hijos y generales, saqueando y destruyendo ciudades, hasta constituir un imperio de 24.000.000 km2, con una población de 100 millones de habitantes.
La capital de los mongoles, estuvo gobernada por el tercer hijo de Gengis Kan, Ogoday, que reinó de 1229 a 1241.
La tortuga fue un símbolo principal en la construcción de las mitologías asiáticas (India, China y Japón). Relacionada con el cosmos, por su caparazón, conectada con el orbe celestial, soporte del universo, signo del trono celeste, las aguas primigenias y la isla de los bienaventurados. La tortuga de la mitología mongol era de oro y llevaba a cuestas la montaña, como representación del universo.
En la antigua China, la tortuga fue el símbolo de la longevidad. Con su caparazón y cerebro se prepararon pócimas para alargar la vida humana. Para las culturas del antiguo Japón, los dibujos intrincados de su caparazón representaron mágicos jeroglíficos, símbolos de la sabiduría.
Bixi fue una figura de la mitología china, personificada como un dragón con caparazón de tortuga, siendo uno de los nueve hijos del Rey Dragón. Los antiguos chinos esculpieron a este ser mitológico portando estelas conmemorativas en su caparazón, para los complejos funerarios de sus emperadores. También las utilizaron como elemento mágico-decorativo, para soporte arquitectónico, en las bases de puentes y arcos. Todavía se cree que al frotarlas, se obtiene la buena suerte. Han sido documentadas en todo el Este de Asia, e incluso en Mongolia y en el Oriente ruso.
Foto: Frithjof Spangenberg / Wikipedia.
El poder no surgió de la nada. Durante quince siglos los reinos de las estepas, con los antepasados de los mongoles, turcos o manchúes, se estaban gestando en Eurasia.
El monte Bogd Khan Uul ("La montaña del Santo Kan") en Mongolia, cerca de la actual capital: Ulán Bator. Los mongoles consideraron esta montaña, con sus 2.261 m de altura, un lugar sagrado. Según la tradición, aquí nació el mongol más conocido en el mundo: Gengis Kan. Foto: NASA.
En el año 1161, antes de Gengis Kan, los mongoles ya habían fundado un reino incipiente, que acabaría siendo destruido por una alianza entre los tártaros y los yürchet.
Creen que sobre el año 1167, nacería Temujin. Su infancia transcurrió de forma miserable, aún siendo el heredero por derecho, como sobrino nieto del soberano mongol, de un reino perdido. Como cabecilla del clan familiar, conseguiría por unas coaliciones, ir avanzando victorioso, hasta someter a toda Mongolia y constituir el único jefe, gobernando como un emperador. A partir de aquel momento, su nombre apareció en las letras de la gloria histórica; en el año 1206 quedará reconocido como Gran Soberano universal o Gengis Kan.
Miniatura persa que muestra a Gengis Kan, sentado en su trono, con sus funcionarios y sirvientes. El imperio mongol llegó a poseer una administración muy centralizada, con diversos funcionarios clientes. El imperio alcanzó el grado de civilización, conoció la escritura y tuvo un idioma para sus organismos. Las leyes castigaron con severidad y se aplicó la pena de muerte, al asesinato, el robo de importancia, el engaño, incluido el adulterio.
Los mongoles ocuparon Damasco. Con la fundación de un Estado mongol en Persia, empeoró el miedo de los musulmanes hacia el peligro mongol; los musulmanes rápidamente advirtieron sus intenciones imperialistas.
Los clanes mongoles, constaban de las familias, los guerreros y los esclavos. Los príncipes imperiales, miembros de la familia del emperador, eran propietarios de grandes terrenos para el pastoreo y recaudaban los impuestos a los pueblos sometidos. Los vasallos estaban a su servicio, como responsables de los ejércitos, poseían un rango inferior y conseguían menores beneficios, pero se podían vestir con ropas de sedas y joyas, entre otros signos de su dignidad.
El imperio no fue inalcanzable. El ejército podía trasladarse fácilmente por una impresionante red viaria de caminos. Los mongoles tuvieron en funcionamiento un servicio de postas de correos, establecidas cada 40 km, que permitía enviar las órdenes y noticias a territorios lejanos, como al Palacio de Pekín o el de Cantón.
La guardia personal del Kan constaba de 10.000 hombres, y el ejército unos 120.000 soldados, que se ordenaron de forma precisa y minuciosa, siguiendo un principio decimal, de decuriones, centuriones, quiliarcas y miriarcas. Esta jerarquía militar era de grado superior a los secretarios de Estado y los consejeros extranjeros.
La leyenda de la crónica de su grandeza, también fue la devastación que ocasionó a los asiáticos de aquellos tiempos y tierras lejanas.
El imperio mongol se extendía desde el Pacífico hasta el Mar Negro, desde la China del Norte hasta Siberia, llanura del Volga e Irán.
China sufrió sus ataques, llegando a estar sometida, por primera vez en su historia, por una dinastía de mongoles, de bárbaros (extranjeros). Incluso, de forma anecdótica, llegaron hasta el centro de Europa, en las cercanías de la actual Viena, sembrando el terror entre los occidentales, quienes creyeron que Gengis Kan era el mismísimo anticristo, dispuesto a exterminar su mundo cristiano, afortunadamente para los invadidos, por acontecimientos relacionados con la sucesión imperial, retrocedieron, para no regresar jamás.
El imperio mongol consiguió una estabilidad, que permitió a los viajeros occidentales utilizar para sus transacciones comerciales, pesos, medidas establecidas, monedas y papel moneda; con la circulación de las mercancías, tanto de día como de noche, por las rutas de las grandes caravanas de Oriente. Esta situación de paz, favorecería los contactos e intercambios entre Europa y Asia.
Cuando los viajeros europeos y mercaderes transitaban hasta llegar a Eurasia, la sociedad europea empezó a disfrutar del lujo del Lejano oriente, quizá en aquel momento, algunos cristianos empezaron a desear que los mongoles terminaran con los reinos musulmanes, con el fin de destruir el islam. El Gran Kan recibió a algunas embajadas con viajeros europeos. Entre 1245 y 1247 llegó el franciscano italiano Juan de Plan Carpino, enviado como embajador del Papa Inocencio IV. De 1253 a 1255, recibió al flamenco franciscano, Guillermo de Rubroek, enviado por el rey Luis IX. Por todos es conocido el gran viaje del mercader veneciano, Marco Polo por Eurasia hasta China, que se realizó entre 1271 a 1295. Entre el año 1294 a 1328 se produjo la estancia de Juan de Monte Corvino en el Janbalik (Pekin) como emisario del Papa Clemente V, quien le nombró obispo y patriarca de Oriente.
Felipe el Hermoso (1478-1506) recibió una carta de Argun, rey de los mongoles de Persia, para anunciar la victoria de los mongoles sobre los árabes de Egipto.
Las claves de su éxito imperialista fueron: su capacidad de liderazgo, su organización de las alianzas, y su impresionante ejército de jinetes y arqueros.
«Una flecha sola, puede ser rota fácilmente, pero, muchas flechas son indestructibles». Frase atribuida a Gengis Kan en su discurso para unificar las tribus de los mongoles.
En sus relaciones imperialistas, llegaron a un cierto entendimiento con sus aliados, cuando algunos gobernantes se beneficiaban de la llegada de los mongoles, al librarles de otros que consideraron peores, por ejemplo, este fue el caso de los turcos musulmanes que se hallaban oprimidos por los budistas y los cristianos.
En el año 1220 Samarcanda, la bella ciudad considerada una de las más antiguas del mundo, patrimonio de la Humanidad por la Unesco, situada en la actual República de Uzbekistán de Asia Central, cuando contaba con una población de 500.000 personas, sufrió un brutal ataque para el saqueo por Gengis Kan, en el cual sólo sobrevivió una pequeña parte de la población. Sucedieron otros episodios posteriores de ataques mongoles hacia esta gran ciudad, que obtuvo sus riquezas por formar parte de la Ruta de la Seda.
Foto: Ekrem Canli / Wikipedia.
Los mongoles creyeron que debían habitar las estepas y sólo rendir las plegarias ante sus cielos azules, mostrándose impasibles, destructores y crueles de las maravillas de las grandes ciudades antiguas, como Samarcanda que resultó arrasada por ellos.
Su historia se compone de una lista de conquistas y ciudades saqueadas, pero a pesar de toda la destrucción y su economía básica de pastores nómadas, según la Arqueología, configuraron una cultura original.
Pintura sobre papel, del siglo XVI que ilustra la epopeya de Chinggiskhannama. En el año 1221, Jajal al-Din Khwarazm-Shah cruza el Indo (en la actual Pakistán) aquí representado como un río de aguas rápidas del que saltan algunos peces, para escapar de Gengis Kan. Jajal al-Din porta un parasol, un bastón de mando como estandarte y su espada. La ciudad amurallada aparece a más distancia.
70.000 mongoles liderados por Gengis Kan, se lanzaron a una campaña bélica de castigo y conquista, que según contaron las fuentes, fue ocasionada por la ejecución de una caravana de mercaderes mongoles, acusados de espías y después por el asesinato de todos los embajadores que envió Gengis Kan, para pedir las oportunas explicaciones. El nombrado como "Conquistador del mundo" dispuso de una corte de altos funcionarios: ministros y servidores. Imagen: Wikimedia Commons.
" A partir de 1234 cayó sobre el próspero estado Song la tormenta mongol, desencadenada por Gengis Kan (1162-1227), que en 1206 había sido elegido kan de todos los mongoles nómadas y que no podía imaginar mayor satisfacción que la de exterminar a todos sus enemigos, apoderarse de sus caballos y sus rebaños y violar a sus mujeres." Roeger Goepper (1925-2011) Importante historiador del Arte alemán, organizador de exposiciones y director de museos, profesor experto en Arte Oriental.
|
Comentarios
Publicar un comentario