El laberinto del rey Minos.


El laberinto del rey Minos.

El laberinto representado en una moneda de plata del siglo V a.C. del Palacio de Knossos.
Foto: Museo Arqueológico de Iraklio (Creta).
 
Minos el rey mítico de Creta, gobernó desde el Palacio de Knossos, tres generaciones anteriores a la Guerra de Troya. El famoso rey fue simbólicamente hijo de Zeus y de Europa. De su nombre derivó la conocida civilización minoica o los minoicos.
 
Según los antiguos griegos este rey actuó como un civilizador de los cretenses, legislando con justicia, pese a sus múltiples escarceos amorosos. El mito le atribuye la talasocracia, es decir, el control de las islas, llegando a ejercer un imperio marítimo en el Egeo.
 
La tradición expone que Minos fue asesinado por las hijas del rey Cócalo de Sicilia, quiénes lo sumergieron en un baño hirviente, incitadas por Dédalo el ateniense, anteriormente al servicio de Minos.
"Dédalo es un ateniense, perteneciente a la familia real que tiene su origen en Cécrope. Es el prototipo del artista universal, a la vez arquitecto, escultor e inventor de recursos mecánicos. Se le atribuyen, en la Antigüedad, las obras de arte arcaicas, incluso las que tienen un carácter más mítico que real, como las estatuas animadas a que se refiere Platón en el Menón." Pierre Grimal.
 De este modo, los griegos toman la representación del laberinto, asociado a los cretenses y su economía palacial. El interior de los palacios es descrito como caótico y amenzador. Según el mito el palacio es laberíntico y en su interior habita un enfurecido monstruo, mitad toro, mitad hombre, el Minotauro, sediento de sacrificios humanos. 
Planta del Palacio de Knossos. 
Imagen: Oxford University.
 
El símbolo estaría relacionado con prácticas de la tauromaquía cretense (Taurokathapsia) del II milenio a.C. y con antiguos cultos, difíciles de precisar, perdidos en las brumas de la Prehistoria. 
El juego ritual de toros de los cretenses, en cuanto a su culto, bien podría remontarse a las primeras manifestaciones de adoración a estos animales, convertidos ya en sagrados en las llanuras de Anatolia, a partir del V milenio a.C.
El culto al toro, y su vinculación posterior con los primeros Estados, aparece bien documentado en zonas de Próximo Oriente y Egipto. 
 
Pintura realizada al fresco en el Palacio de Knossos (Isla de Creta), conocida como el salto del toro, o taurocatapsia. Juego deportivo y ritual que consistía en realizar peligrosas acrobacias y saltos ante un toro.  
 
"Parece muy probable que estas escenas de las pinturas murales representen el ciclo completo del rito mistérico de la vida y la muerte fuertemente relacionado con los ciclos vegetativos de las estaciones de siembra y recolección. No es extraño, pues, que estos ciclos agrarios se perpetuasen a través de la religión en el elemento femenino, representado por el culto a la Diosa-Madre, la fuerza procreadora. A su lado, en segundo plano, aunque necesario, se encuentra el hombre, representado por el toro, que aporta la semilla para que el «Hieros Gamos» tenga lugar cada año". Manuel Serrano Espinosa. Universidad de Alicante.
 
Escultura del Minotauro que formó parte de un grupo escultórico, sobre el mito de Teseo, matando al Minotauro. 
Teseo primero se dirigió al Oráculo de Delfos, del que obtuvo una respuesta favorable a su destino, que le predijo el éxito en su hazaña heroica de matar al Minotauro, si se dejaba guiar por el Amor.
En efecto,  la princesa Ariadna, hija del propio rey Minos, enamorada del héore griego, le ayudó al entregarle un ovillo, facilitando su misión  de matar al Minotauro, para que al soltar el hilo, sirviera de guía para Teseo, en el interior del intrincado y mortal laberinto.

Foto: Museo Nacional de Atenas.
 
Asímismo, vence la razón y la tecnología de Dédalo, el griego ateniense, quién pese ser el constructor del laberinto, con su ingenio, se sitúa en ventaja, respecto a los antiguos minoicos y el tirano Minos. 

De esta tradición escrita partió la leyenda del laberinto:
"Minos, asustado y avergonzado al nacer este monstruo (el Minotauro), fruto de los amores contranatura de Pasífae, mandó construir al artista ateniense Dédalo, que entonces vivía en su corte, un inmenso palacio (el Laberinto), formado con un embrollo tal de salas y corredores, que nadie, excepto Dédalo, era capaz de encontrar la salida. Allí encerró al monstruo, y cada año — otros dicen que cada tres años, o incluso cada nueve — le daba en pasto a los siete jóvenes y otras tantas doncellas que, como tributo, le pagaba la ciudad de Atenas". Pierre Grimal.

El antiguo mito arraigó en el subconsciente de las personas que han recibido la herencia cultural, puesto que sigue desprendiendo misterio y temor, por la fobia humana de perderse en sus intrincados caminos, peor aún, siendo perseguido por el monstruo caníbal. Todos sabemos que la leyenda del laberinto continúa viva e inspiradora de artistas, en la pintura, literatura, cine, etcétera, y también, en las pesadillas actuales, como parte del miedo a la desorientación. 
 
El símbolo del labertinto es portador de aquella antigua reverencia a los elementos de cultos ancestrales. 
 
El erudito y teólogo simbolista Chevalier y su colaborador antropólogo, destaca su valor iniciático, como parte de una prueba ritual. 

 "Pero este trazado complejo se halla en estado natural en los corredores de acceso a ciertas grutas prehistóricas; está dibujado, asegura Virgilio, en la puerta del antro de la Sibila de Cumas; está grabado sobre las losas de las catedrales; se utiliza en diversas regiones, de Grecia a la China; se conocía en Egipto. Su asociación con la caverna muestra que el laberinto debe permitir a la vez el acceso al centro por una especie de viaje iniciático, y prohibirlo a quienes no están cualificados. En tal sentido se ha querido allegar el laberinto con el mandala, que a veces entraña un aspecto laberíntico. Se trata pues de una figuración de pruebas iniciáticas discriminatorias, previas a la andadura hacia el centro escondido".
 
El laberinto en la Prehistoria es un enigma para los arqueólogos. Parece estar conformado por canales grabados en las rocas, como cazoletas, por donde podía circular la sangre de los sacrificios rituales, algún tipo de líquido ,o la deseada agua de lluvia, para las antiguas comunidades agrícolas. Otros, lo asocian a antiguos calendarios astronómicos, simbolos astrales, o extraños mapas.

La parte más banal y ociosa, convirtió el laberinto en un juego de pasatiempos. 
 
Sin duda, continúa siendo un gran rompecabezas para los simbolistas.
 
Karl Kereny, gran clasicista y erudito húngaro, fallecido en los años setenta, relacionó de forma muy brillante, los antiguos cultos cavernarios de los santuarios arcaicos con el inframundo, y el símbolo del laberinto. 

"Según una narración cretense, un enjambre de abejas se apropió totalmente de la gruta donde había nacido Zeus, y con su miel habían alimentado al niño divino. Se pensaba que la sangre del dios, la que había quedado en el interior de la gruta después del nacimiento, fermentaba a intervalos determinados —como la embriagadora bebida a base de miel de los tiempos arcaicos—, y entonces la caverna resplandecía como si un gran fuego surgiera desde su interior. El mito arcaico cretense y el griego se asociaban en el relato para decir que Rea había escondido al niño Zeus en una caverna para así guardarlo y alimentarlo, y que probablemente también compitieron varias grutas, cuyos servidores del culto pretendieron apoderarse de la mítica reputación para su propia cueva sagrada. Las procesiones en estas cuevas eran como rituales misteriosos, de los cuales los no iniciados sólo podían ver la luz de las antorchas y del fuego desde la lejanía." Karl Kerenyi.
 
El simbolismo que entraña la figura de la mujer, como enigmática portadora de la fertilidad, paradigma de la regeneración, desde la Prehistoria asociada con la luna y lo terrestre, es retomado por el interesante personaje de Ariadna. El reconocido filólogo húngaro la denomina como la "Señora del laberinto", en su relación con el inframundo.
 
"(...) una imagen del verdadero imperio de la «Señora del laberinto». Era el inframundo visto desde un aspecto especial. Este aspecto representaba la línea espiral que retorna sobre sí misma. En la época prehomérica la imagen del inframundo fue pensada como un laberinto en espiral, y el retorno desde allí, como una gracia concedida por la reina del inframundo. Des de allá abajo ella reinaba como «Señora del laberinto», como Ariadne, como «la purísima»: esto es lo que significa el nombre, el más apropiado desde la perspectiva griega para la reina del inframundo, también llamada Perséfone, con su nombre pregriego. No sólo dejaba salir del infra-mundo a quien ella quería, sino que ella misma regresaba para convertirse en «la clarísima», la Aridela del cielo, tal y como se llamaba en Creta, con otro nombre asimismo griego. Como figura prehomérica, era la doncella divina de los cretenses, una diosa lunar, pero no sólo de la luna en el cielo, sino como señora del reino de los muertos que, llena de clemencia, devolvía a la vida". Karl Kereny.
 
Ariadna abandonada (1884). Escultura del artista parisino Eugène Denis Arrondelle. Posible réplica de una escultura romana de original helenística. Ariadna, después de ser abandonada por Teseo, cae abatida en el letargo de la tristeza. 
El famoso hilo de Ariadna sirvió de guía en los tenebrosos caminos del peligroso  laberinto.
Teseo, el hijo y heredero de Egeo, consiguió matar al monstruoso Minotauro, siguiendo las indicaciones de Dédalo.
Foto: Museo Nacional de Escultura.
 
La entrada del Diccionario Espasa de Mitología griega y romana expone sobre Ariadna:

"Hija de Minos, rey de Creta, y de Pasífae , es hermana de Fedra ; su nombre significa «la de gran pureza». Su leyenda está probablemente relacionada, en sus orígenes, con el culto de una diosa cretense, próxima a Afrodita', cuya presencia en Cnosos y Delos y en Argos ha podido ser documentada. Más tarde, el mito entomo a Ariadna se organiza en torno a tres representaciones simbólicas de la mujer enamorada: iniciadora heroica, amante abandonada, esposa divina".

 

Kylix griego conocido como la Copa de Esón, con la representación de la escena del héroe Teseo dando muerte al monstruo Minotauro, bajo la atenta mirada de la diosa Atenea, protectora y fundadora de Atenas. 

Foto: MAN (Museo Arqueológico Nacional, Madrid).

El mito del rey cretense Minos y su monstruoso hijo, el Minotauro, quedaría vinculado con las tradiciones atenienses, por la relación entre ambas potencias.

"Dédalo, exilado de Atenas, había ayudado a Pasífae a dar a luz al Minotauro y había construido el laberinto como morada para el monstruo; por mediación de una flota mandada contra Atenas durante el reinado de Egeo, Minos había impuesto a los atenienses un tributo regular: un grupo de jóvenes que servirían de alimento para el Minotauro; Teseo, hijo y heredero de Egeo, mata finalmente al Minotauro gracias a los consejos de Dédalo, y esto desencadenará una serie de acontecimientos que serán la causa de la muerte del propio Minos". Robin Hard.
Teseo es el héroe político nacional de Atenas por excelencia. Uno de los principales autores clásicos, Plutarco, sin duda, fuente para la reconstrucción del mito, compara a Teseo, en su obra Las vidas paralelas, con Rómulo, el fundador de Roma. Por consiguiente, los romanos también creyeron (o tuvieron las expectativas) que el héroe mítico Teseo fuera el fundador de Atenas, para la gloria de Roma.
"(...) decidí comparar y cotejar al fundador de la bella y cantada Atenas con el padre de la invicta y gloriosa Roma. Ojalá estuviera en nuestra mano que, depurado con la razón, lo de tinte mítico cediera y tomara aspecto de historia; pero si en algún momento le trae sin cuidado la credibilidad y no admite la fusión con lo verosímil, lectores comprensivos necesitaremos y que acojan con buena disposición las tradiciones antiguas. 
¿Parecía, en verdad, acomodarse Teseo a Rómulo en muchos puntos de semejanza? Efectivamente (...) Plutarco.
Designado  o voluntario, como víctima para el sacrificio al Minotauro, Teseo llegó a Creta con una nave de velas negras. El rey Egeo viendo este hecho, solicitó a su hijo, que si regresaba vivo del palacio del Minotauro, izara el velamen blanco, como señal.
Una vez en la isla de Creta, la princesa Ariadna, hija de Minos, se enamoró de él. Para evitar su sacrificio prometió ayudarle, pero a cambio debía llevarla con él de regreso a Atenas y tomarla como esposa.
Ariadna solicitó al constructor del laberinto del Minotauro, Dédalo, su ayuda. Finalmente siguiendo las indicaciones del inventor, Ariadna entregó un ovillo de hilo al héroe griego. Éste fue soltándolo trás de sí, para no perderse, mató al Minotauro a golpes de puño y recorriendo el hilo, consiguió vencer todos los obstáculos.
De retorno a Atenas, triste porque el dios griego del vino Dioniso raptara y violara a la bella Ariadna, engendrando hijos con ella, olvidó cambiar el velamen de la embarcación, regresando de este modo, a casa, con las velas negras otra vez. Al verlas llegar, el padre de Teseo, Egeo, oteando desde la Acrópolis de Atenas,  desesperado ante la idea de la muerte de su hijo, se precipitó y murió. Trás este aciago acontecimiento, Teseo toma el gobierno de Atenas, y asesina a todos sus competidores. 
 
Baco y Ariadna. Obra de Tiziano.
Foto: National Gallery.
"La Corona Boreal, la corona de flores nupcial de Ariadna, era llamada también «la Corona Cretense». Ella era la diosa Luna cretense y los hijos vinosos que tuvo con Dioniso —Enopión, Toante, Estáfilo, Taurópolo, Latramis y Evantes— fueron los antepasados epónimos de tribus helenas que vivían en Quíos, Lemmos, el Quersoneso tracio y más allá.
Puesto que el culto del vino llegó a Grecia y el Egeo por Creta —oinos, «vino», es una palabra cretense (...)" Robert Graves.


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