La reina del monasterio de Pedralbes en Barcelona. Elisenda de Montcada.

La reina del monasterio de Pedralbes. Elisenda de Montcada.


Doble imagen del majestuoso sepulcro, pleno de simbolismo, de la reina Elisenda de Montcada (1292-1364), viuda del rey Jaime II el Justo (1267-1327) visto desde el claustro, en el cual aparece como una penitente, vestida al estilo de una monja clarisa medieval. La reina llegó a ejercer las funciones de abadesa del monasterio de Pedralbes, disponiendo de un palacio anexo y esclavos a su servicio, como cualquier persona perteneciente a la alta nobleza. 
La pretendida austeridad de la orden, no quedó reflejada en este soberbio sepulcro. 
Por el lado del gran claustro, el "alma" de la reina podía deambular por sus grandes jardines simbólicos, y, por el presbiterio de la iglesia, el sepulcro ofrece la imagen política, puesto que se mostró vestida como la poderosa reina, ante las jerarquías eclesiásticas.
En la parte superior se representó el alma de Elisenda (Elicsen o Violant) de Montcada ascendiendo a los cielos, con el soporte de la gloria de los ángeles custodios - como creyeron en la Edad Media - los mensajeros de dios, en su elevación al Altísimo.
El alma solía representarse como una figura infantil, vestida o desnuda que salía del cadáver para su elevación espiritual hacia los cielos. En cambio aquí, porta corona y parece una reina.  Esta fue la idea medieval general de la supervivencia del espíritu, que se desprende del cuerpo muerto, tal y como aparece en los sepulcros y las pinturas góticas, por ejemplo, en el tema de la dormición de la Virgen. 
La tumba ricamente policromada se construyó en material pétreo, conteniendo fino alabastro y lujoso mármol. 
Los leones acostumbraban a aparecer en las peanas, como los guardianes del sarcófago de los poderosos. Animales cargados de simbolismo en la Edad Media, por su relación ambivalente con Cristo, en representación de su potencia celestial, soportes a la resurrección, fuerza de la justicia y el verbo divinos. Al mismo tiempo, siendo los devoradores de cristianos, en su aspecto de fuerza irascible del anticristo. Sin embargo, aparecerán en las tumbas de los obispos y reyes, siendo emblemas de la monarquía. En este caso, incluso, acompañarán en el descanso eterno de la reina medieval catalana.
El sepulcro está ornamentado con elementos arquitectónicos propios del arte gótico, tales como arcos, y un pináculo con un remate en forma de flor (florón).
A la reina le acompañan dos santos: San Jaime, el santo institucional, y Santa Isabel, de la parentela de Cristo.
Representada en la tumba se muestran las armas heráldicas de la reina, que como fundadora del monasterio de Pedralbes, son las mismas que ostentará el monasterio.
Foto: Marta Jordán Bonet.



La historiografía catalana tradicional, ha estudiado el papel de la reina, en función de ser la última esposa del rey Jaume II (cast. Jaime). Era un matrimonio típico medieval, basado en la conveniencia del rey, como jefe del Estado, aunque no se proclama como el típico matrimonio de Estado. Jaume II apreció de la noble catalana de la familia de los Montcada, hija del fallecido senescal de Catalunya, su madura juventud - rondaría los 30 años, edad poco probable para dar descendencia, puesto el rey ya tendría una decena - y su devoción cristiana, valores buscados en una dama de la nobleza y siempre deseados para una reina, como ejemplo de la mujer perfecta, asimilada a la Reina de los Cielos, la Virgen María, madre de Cristo, él que vence a la muerte. 

El papa Juan XXII accedió al deseo explícito del monarca, de contraer matrimonio en un período prohibido, durante el adviento, en la Navidad. Los reyes siempre debían argumentar mucha diplomacia con las altas jerarquías de la Iglesia, para conseguir sus propósitos. En este caso, el objetivo era casarse con una dama de la nobleza catalana, siendo el rey un hombre que pasaba de la cincuentena, mayor para la mortalidad de la Edad Media. Probablemente, Elisenda se alegró de recibir la oferta matrimonial con la recomendación del Papa de Roma y aceptó su destino.

Las nupcias reales se celebraron en Tarragona, la importante capital de la Tarraconense, en la navidad del año 1322, en un ambiente recogido e íntimo, tal y como era necesario el acontecimiento que requirió de cierta discreción política.

Elisenda era una mujer que prefirió siempre el recogimiento y la comodidad de un hogar, para desentenderse un tanto del mundo exterior, que parece le resultaba agobiante.

La futura esposa y reina Elisenda de Montcada recibió donaciones del rey por su matrimonio, tales como propiedades territoriales, y objetos considerados muy valiosos: joyas y piezas de arte, libros y objetos propios del ajuar femenino, como por ejemplo, hermosas telas.


Palau Reial Major de Barcelona. Conjunto residencial de los condes reyes, construido por los condes catalanes sobre la antigua muralla romana. En la parte derecha de la fotografía del conjunto palacial, se encuentra la Capilla de Santa Ágata, construida a principios del siglo XIV, por orden del rey Jaume II, quién fue el esposo de Elisenda de Montcada.
En este sólido y gran palacio, sede de los condes reyes, residió la reina Elisenda, hasta convertirse en reina viuda, construyendo el suyo propio, adyacente al hermoso Monasterio de Pedralbes de Barcelona.
Foto: Marta Jordán Bonet.


En el Palau Reial Major de Barcelona, donde estaba instalada la corte real, ondeaba la bandera con orgullo dinástico, para distraer la atención de las bodas, y centrarla en la conquista del Mediterráneo, fijados los poderosos en la campaña de la isla de Cerdeña.


En mayo de 1323, el conde rey Jaume II y la reina Elisenda se trasladaron desde Tarragona al Portfangós, "puerto fangoso" típico medieval, donde ligeras y puntiagudas galeras de guerra podían atracar y remontar ríos o estuarios llenos de lodos, partiendo hacia el Mediterráneo. Parece que este puerto se situaba cerca de la actual Amposta en la desembocadura del río Ebro. Desde allí, las naves partieron hacia Cerdeña (actual Italia). En aquellas galeras navegaban sus representantes, el infante Alonso y su esposa Teresa de Entença (nuera de Elisenda de Montcada) quién fue la primera cronista catalana, por informar de los asuntos de la guerra, pero no estarían los reyes en los barcos, según narra la Crónica de Ramón Muntaner.

Elisenda llegó a suplicar,  en favor de su nuera Teresa d'Entença y el hijo de ésta, para que ella obtuviera los derechos del mismo,  el futuro rey,  Pere (Pedro) el Ceremonioso, en el marco de la disputa política, contra el infante (candidato al trono)  también llamado Pere (cast. Pedro) conde de Prades y la Ribagorça. 


Jaume II tuvo que aplazar la conquista sarda, seguramente por motivos económicos y políticos. La conquista terminó siendo una obra muy lenta de fatigosa diplomacia.


En el año 1327, el rey Jaume II enfermó de tal gravedad que murió un año después,  a la edad de 60 años.
La reina que había tenido una actitud bondadosa con el esposo moribundo, un poco antes de la viudez, decidió fundar el Monasterio de Pedralbes en el año 1326, en Barcelona, para su retiro, pues esta señora, siempre fue propensa al refugio y recogimiento, en este caso sería más espiritual, siendo aún más devota.
Aunque por otra parte, la reina viuda era consciente que para asegurar su posición y mantener sus bienes adquiridos en el matrimonio real, debía protegerse, para ello convirtió el monasterio en un piadoso, pero lujoso retiro, asegurando el control y la administración de todas sus posesiones.


El jardín del claustro del monasterio de Pedralbes. Un espacio que reproduce el jardín simbólico medieval de los tiempos de la reina Elisenda de Montcada. Lirios y azucenas blancas, símbolos de la virginidad y pureza de la Virgen María, rosas rojas de la sangre de la pasión de Cristo, elevados cipreses como árboles de los difuntos, atributo del dios de los infiernos grecorromanos Plutón en la Antigüedad, considerados en la Edad Media símbolo de la expiración del mundo subterráneo, elevadores de las almas hacia el cielo. 
Los naranjos, cuya fruta era muy apreciada, eran propios de los patios catalanes mediterráneos de las grandes casas medievales, también formando parte de los huertos reales.
La reina tuvo a su servicio médicos. Las monjas también dispusieron de plantaciones de hierbas medicinales, almacenadas en boticas, y un espacio recogido, más aislado, para su curación durante los períodos que eran aquejadas por las temidas enfermedades. 
Foto: Marta Jordán Bonet.


Mueble catalán del siglo XIV con escudos heráldicos, conocido como el Armario de la Reina, en exhibición como parte de la musealización del Monasterio de Pedralbes de Barcelona. Fue realizado en madera de álamo y pino. 
Los árboles que proporcionaron las valiosas maderas tuvieron un gran simbolismo en la Edad Media. La madera siempre se consideró una esencia protagonista de propiedades y leyendas. No estaba permitido al maestro artesano utilizar algunas maderas, por considerarlas negativas para la cristiandad, como los árboles maléficos por excelencia durante el medievo: el nogal y el manzano. A las maderas también se les otorgó género femenino o masculino, no pudiendo un hombre ostentar una madera femenina. 
Foto: Marta Jordán Bonet.


La reina dotó el dominio parroquial de Sarrià (actualmente un precioso barrio de la zona alta de Barcelona) para la construcción del monasterio. Allí hizo algo un tanto peculiar, levantar un palacio, cercano al monasterio, para vivir como una reina viuda, y considerar a las monjas clarisas parte de su familia. Los arqueólogos e historiadores del Arte, creen haber documentado algunos restos de este pequeño y lujoso palacio real, así que su existencia ha quedado confirmada.


Ornamentación mural con filacterias del siglo XIV (?) en el Monasterio de Pedralbes. Las filacterias son elementos iconográficos con forma de cintas, aquí aparecen enrolladas en la parte superior y las extremidades, imitando bandas de tela o pergaminos, conteniendo una leyenda o epígrafe escrito, siendo muy utilizadas por la Iglesia medieval, para contener nombres santos.
Estas extrañas pinturas negras, fueron descubiertas en el transcurso de unas obras en el monasterio durante los años 70, y fueron relacionadas con el luto a la muerte de Elisenda de Montcada.
Los investigadores pensaban que las pinturas negras formaron parte del palacio de la reina.
Foto: Marta Jordán Bonet.


Restos de materiales epigráficos con inscripciones medievales, en el monasterio de Pedralbes.
Foto: Marta Jordán Bonet.

"Las mujeres consagradas a dios constituían un interesante grupo de análisis, en la medida que se trataba de un grupo cohesionado por razón de sexo, y diferenciado - de la misma manera que los nobles, algunas de las cuales formaban parte del grupo - por el hecho de poder expresar sus pensamientos con palabras propias, a causa del elevado nivel cultural." Anna Castellano. UAB, 1996.


Lápida con la posible representación de una abadesa difunta, con el báculo en tau, como demostración de alta jerarquía. Los báculos fueron los distintivos de los obispos. Estos atributos de autoridad también fueron portados por las abadesas durante la Edad Media. Solían estar formados por un fuste ricamente trabajado en materiales nobles, incluso en marfil, labrados con relieves de temática religiosa, constituyendo un elemento de alto prestigio. Los báculos estaban rematados con otra pieza, a modo de bastón, insignia de la pastora y guía de las almas de su abadía. 
Las abadesas como personalidades de elevada posición social, de la alta nobleza, portaban atributos de prestigio, como la toca en la cabeza, y vestían el hábito de las monjas clarisas - cada orden vestía un hábito que las identificaba - y quizá anillos como los hombres. Solían ser enterradas con los báculos. Las abadesas también podían llevar el típico báculo rematado con una voluta, aunque para las señoras, era más habitual el rematado en forma de Tau, como parece ostenta la figura de la imagen, con unas lineas sencillas, pero que han conferido el aspecto sereno de la poderosa, en la virtud y la autoridad, para la toma de decisiones como corresponde a la figura de una abadesa, la perfecta administradora del monasterio de Pedralbes. 
Foto: Marta Jordán Bonet.


Pese a que la orden de las clarisas (de Santa Clara de Asís) y benedictinos eran dados a la austeridad, algunas normas papales, les permitieron ciertas excepciones. Siendo un monasterio para una reina y las damas de alcurnia, que contaron con hasta 40 esclavos para realizar las tareas domésticas.

Vista desde la planta superior. El monasterio de Pedralbes fue fundado en el año 1326, por la reina catalana Elisenda de Montcada y Pinós, Señora de Catalunya, reina de Aragón, tercera esposa de Jaime II el Justo. 
Para su construcción se dotó muy bien el monasterio, puesto que recibió parte de las donaciones en herencia de Jaime II y varios tipos de derechos señoriales, sobre otros territorios, sobre las cosechas, e incluso sobre los derechos de las carnicerías de Barcelona.
La reina Elisenda recibió el soporte del rey para fundar el monasterio de Pedralbes, pero la idealización de tan importante proyecto femenino medieval, probablemente surgió de los deseos de la reina.
Con la inauguración del Monasterio de Pedralbes, por la reina Elisenda, se formó una pequeña comunidad inicial de monjas clarisas, que a la muerte de la reina, pese a las intrigas políticas  continuaron administrando el monacato femenino.
Foto: Marta Jordán Bonet.


La esclavitud fue un hecho social aceptado durante toda la Edad Media, pese a algunas críticas por parte de algunos eclesiásticos, todos tuvieron sus esclavos y servidores, que podían ser comprados, para realizar los trabajos más duros, incluso en condiciones extremas. La esclavitud no tuvo derechos, los esclavos eran la extracción social más baja; esta explotación económica basada en la esclavitud, no va a cambiar, desde la Antigüedad, hasta tiempos modernos e incluso en la actualidad, la esclavitud continúa.



El gran claustro del monasterio de Pedralbes en todo su esplendor. Constituyó un espacio excesivamente grande para un monasterio de monjas clarisas, más propio de un palacio real.
Los historiadores creen que la reina eligió el emplazamiento de Pedralbes, y no el de Valldaura (entre Cerdanyola y Montcada), donde un antepasado de la reina, Guillem de Montcada, de la poderosa familia de la rama catalana de los Montcada, poseyó aquellas tierras ricas en caza, que tanto gustaron a los monarcas, por ser un lugar más ventilado y cercano a las cortes de Barcelona, pese que la reina instaló su propia corte en Pedralbes, lo que da una idea sobre esta reina, de grande y poderosa administradora. Un papel muy importante que desde los tiempos condales, supieron desarrollar las grandes señoras medievales catalanas, algunas bien próximas al matriarcado, uso que continuó con Elisenda, de la poderosa y ambiciosa familia catalana de los Montcada,  antiguos señores de la guerra y señoras feudales,  quiénes dominaron con estratégica firmeza sus territorios. 



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