Las provincias romanas africanas.
Las provincias romanas africanas en tiempos del Imperio de los Flavios y los Antoninos (S. I y II d.C.)
" La evolución de los territorios de África que formaban las cuatro provincias creadas por los romanos en las costas septentrionales del continente - el África proconsular, Numidia y las dos Mauritanias - muestra caracteres especiales que no concurren en ninguna otra provincia del Imperio." Mijaíl Ivánovich Rostovtzeff (1870-1952) historiador ruso.
"África pone de manifiesto mejor que ninguna otra región el poder de creación de la civilización romana."
Sir Fergus Graham Burtholme Millar. Catedrático, Universidad de Oxford.
Anterior a las ciudades romanas de las provincias de África, se encontraba la potencia del Estado cartaginés con capìtal en Cartago, por lo tanto, los romanos no fueron los primeros en desarrollar la vida urbana.
Sin embargo, los historiadores creen que durante el reinado de la dinastía de los Antoninos (96-192 d.C.) la de mayor duración del Imperio Romano, aconteció un desarrollo africano que conduciría al apogeo.
Sin embargo, los historiadores creen que durante el reinado de la dinastía de los Antoninos (96-192 d.C.) la de mayor duración del Imperio Romano, aconteció un desarrollo africano que conduciría al apogeo.
Cartago, que despertó los celos de Catón, por su floreciente desarrollo agrícola (oliva, frutas y vino) fue borrada, como recuerda la célebre proclama de Carthago delenda est, durante la Tercera Guerra Púnica, a mediados del S. II a.C. aunque pervivieron costumbres y creencias de los cartagineses en el territorio como: el Santuario púnico de Hadrumeto (en uso hasta el S. I d.C.); las esculturas del Santuario de Tidro (con la representación de personajes realizando sacrificios y las mujeres con característicos y altos gorros cónicos púnicos); inscripciones y continuidad de la lengua semítica púnica (hasta en tiempos de San Agustín, siglo V d.C. en Numidia). Incluso perduró el antiguo libio, la lengua autóctona anterior a los cartagineses, con un corpus de mil inscripciones en Túnez y Argelia, con un alfabeto similar al de los Tuaregs.
El éxito de África romana se debió en gran parte a la centuriación , con la división y reparto en parcelas de tierras rectangulares siguiendo las principales vías, que efectuó el ejército romano.
Después de la destrucción de Cartago, en la nueva centuriación del territorio, Cayo Graco, ambicioso de la reconstrucción de una Cartago romana, repartió parcelas de 200 a 300 iugera a 6.000 colonos romanos.
Las vías africanas militares más importantes fueron dos: la que partió desde la ciudad de Cartago para evitar el Aurès, y la de Tacape, hasta Leptis Magna, en Tripolitania (El Magreb). Al construir estas vías militares se facilitó el asentamiento de las tribus nómandas.
También se cree que pudo existir unas defensas romanas, durante el reinado de Adriano (117-138 d.C.) desde Tripolitania hasta Numidia (Argelia y Túnez).
A pesar de las vías de penetración y la organización militar, hubieron muchos conflictos, como aconteció en todas las conquistas y colonizaciones romanas, no sólo con los pueblos norteafricanos, sino también entre los propios comandantes y cargos ambiciosos. En época del emperador Vespasiano (69-79 d.C.) el procurador Luceyo Albino, gobernador de la Mauritania, se propuso invadir Hispania, bajo el mando de Otón (el emperador que reinó tres meses, de enero a abril del año 69 d.C.) pero fue muerto mientras navegaba de la Mauritania Tingitana (Noroeste de Marruecos) a la Cesariense (Cherchell, Argel). Ambas provincias habían sido creadas por el emperador Claudio en el S. I d.C., al dividir el antiguo Reino de Mauritania.
En el año 70 d.C. durante el reinado de Vespasiano, el procónsul de África cayó víctima de las tropas del legado. Por otro lado, las ciudades de Ea y Leptis Magna entraron en guerra.
Todos estos conflictos, en tiempos de la dinastía de los Flavios, no consiguieron frenar la expansión urbanística, y la romanización continuó.
En un principio, durante estas colonizaciones, las tribus no fueron aniquiladas ni expulsadas de sus territorios, sino que se siguió el mismo plan utilizado con los árabes, asentarles en sus países, o en el peor de los casos, trasladándolas a otras regiones.
Los colonos romanos fueron veteranos y civiles de la inmigración romana, que entraron en relaciones con la aristocracia local, transformando las tierras en grandes propiedades, que eran vendidas a la aristocracia imperial o reservadas a los emperadores y sus clanes familiares (definitio).
Las tierras entregadas a los indígenas no eran suficientes para atender a toda la población, puesto que con la llegada de los romanos se produce un crecimiento demográfico, producto del desarrollo de las ciudades y las explotaciones agrarias; entonces las personas tuvieron que arrendar las fincas a los propietarios forasteros o indígenas, y en el más duro de los casos, trabajar como jornaleras.
Sin embargo, pese a la difusión creciente de la vida urbana, descrita con admiración por los viajeros que visitaron las ruinas del África septentrional, no se consiguió que la vida urbana fuera mayor a la agraria, puesto que se considera a los habitantes urbanos una minoría, respecto al gran número de campesinos, en su mayoría indígenas.
En las tierras de las ciudades los propietarios eran los ciudadanos más ricos, descendientes de los primeros coloni que fueron enviados por el emperador, de los primeros inmigrantes romanos, o de la pequeña aristocracia púnica-bereber.
El éxito de África romana se debió en gran parte a la centuriación , con la división y reparto en parcelas de tierras rectangulares siguiendo las principales vías, que efectuó el ejército romano.
Después de la destrucción de Cartago, en la nueva centuriación del territorio, Cayo Graco, ambicioso de la reconstrucción de una Cartago romana, repartió parcelas de 200 a 300 iugera a 6.000 colonos romanos.
Las vías africanas militares más importantes fueron dos: la que partió desde la ciudad de Cartago para evitar el Aurès, y la de Tacape, hasta Leptis Magna, en Tripolitania (El Magreb). Al construir estas vías militares se facilitó el asentamiento de las tribus nómandas.
También se cree que pudo existir unas defensas romanas, durante el reinado de Adriano (117-138 d.C.) desde Tripolitania hasta Numidia (Argelia y Túnez).
A pesar de las vías de penetración y la organización militar, hubieron muchos conflictos, como aconteció en todas las conquistas y colonizaciones romanas, no sólo con los pueblos norteafricanos, sino también entre los propios comandantes y cargos ambiciosos. En época del emperador Vespasiano (69-79 d.C.) el procurador Luceyo Albino, gobernador de la Mauritania, se propuso invadir Hispania, bajo el mando de Otón (el emperador que reinó tres meses, de enero a abril del año 69 d.C.) pero fue muerto mientras navegaba de la Mauritania Tingitana (Noroeste de Marruecos) a la Cesariense (Cherchell, Argel). Ambas provincias habían sido creadas por el emperador Claudio en el S. I d.C., al dividir el antiguo Reino de Mauritania.
En el año 70 d.C. durante el reinado de Vespasiano, el procónsul de África cayó víctima de las tropas del legado. Por otro lado, las ciudades de Ea y Leptis Magna entraron en guerra.
Todos estos conflictos, en tiempos de la dinastía de los Flavios, no consiguieron frenar la expansión urbanística, y la romanización continuó.
En un principio, durante estas colonizaciones, las tribus no fueron aniquiladas ni expulsadas de sus territorios, sino que se siguió el mismo plan utilizado con los árabes, asentarles en sus países, o en el peor de los casos, trasladándolas a otras regiones.
Los colonos romanos fueron veteranos y civiles de la inmigración romana, que entraron en relaciones con la aristocracia local, transformando las tierras en grandes propiedades, que eran vendidas a la aristocracia imperial o reservadas a los emperadores y sus clanes familiares (definitio).
Las tierras entregadas a los indígenas no eran suficientes para atender a toda la población, puesto que con la llegada de los romanos se produce un crecimiento demográfico, producto del desarrollo de las ciudades y las explotaciones agrarias; entonces las personas tuvieron que arrendar las fincas a los propietarios forasteros o indígenas, y en el más duro de los casos, trabajar como jornaleras.
Sin embargo, pese a la difusión creciente de la vida urbana, descrita con admiración por los viajeros que visitaron las ruinas del África septentrional, no se consiguió que la vida urbana fuera mayor a la agraria, puesto que se considera a los habitantes urbanos una minoría, respecto al gran número de campesinos, en su mayoría indígenas.
En las tierras de las ciudades los propietarios eran los ciudadanos más ricos, descendientes de los primeros coloni que fueron enviados por el emperador, de los primeros inmigrantes romanos, o de la pequeña aristocracia púnica-bereber.
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